“Los Clinton mataron a los Kennedy”: las insólitas teorías de una diputada republicana que adora a Donald Trump
La representante Marjorie Taylor Greene abraza las ideas del grupo QAnon y defendió a los trumpistas que asaltaron el Capitolio. Duro editorial de The New York Times.
¿Cuánto es demasiado? Esta es la pregunta que se ven obligados a responder los líderes republicanos a medida que crece el revuelo de la opinión pública en torno a una de las integrantes propias más recientes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Marjorie Taylor Greene.
Esta debutante del estado de Georgia es conocida por apoyar a QAnon, el movimiento de derecha convencido de la ficción de que Donald Trump es un mesías enviado para derrotar a una cábala de villanos del Estado profundo que adoran a Satanás y violan niños.
Pero ésa es apenas una de las extrañas mentiras que Greene ha difundido. Sus mayores éxitos incluyen difusión de la teoría de la conspiración que culpa del incendio forestal de 2018 en California, Camp Fire, a un láser espacial controlado por una prominente familia banquera judía, la insinuación de que la administración de Barack Obama utilizó a sus «secuaces» de la Mara Salvatrucha o MS-13 para asesinar a un integrante del Comité Nacional Demócrata y el planteamiento de que a John F. Kennedy Jr. lo mataron los Clinton.
Marjorie Taylor Greene ha incursionado con ligereza en el movimiento por la verdad del 11-S y sostuvo que varios tiroteos en escuelas fueron operaciones de bandera falsa. También hace circular comentarios racistas, antisemitas y antimusulmanes.
Fanatismo y «fake news»
Greene no le pone límites a la promoción del fanatismo ni a la desinformación. Videos y publicaciones en las redes sociales previos a que se presentara como candidata al Congreso muestran su apoyo a la violencia contra quienes considera combatientes enemigos en una guerra civil en marcha.
Ha expresado su apoyo a llamados en las redes sociales para ejecutar a demócratas de alto nivel, como la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y agentes del FBI.
Cuando se le preguntó por estas actividades, Greene esquivó las respuestas, afirmando que a lo largo de los años sus páginas han sido gestionadas por «equipos» de personas, algunas de las cuales promueven opiniones con las que ella no está de acuerdo. Desde entonces, muchas de las publicaciones en cuestión han sido borradas.
El comportamiento de la nueva diputada desde su elección también fue preocupante. Ha propagado afirmaciones falsas sobre que las elecciones presidenciales fueron robadas y estuvieron plagadas de fraude.
Estuvo entre los 139 republicanos de la Cámara de Representantes que votaron para anular los resultados del Colegio Electoral el 6 de enero, incluso después de que la turba pro-Trump saqueara el Capitolio. El 17 de enero, Twitter le suspendió brevemente la cuenta por violar repetidamente su «política de integridad cívica».
Polémica dentro del Partido Republicano
El silencio de los dirigentes republicanos ha sido ensordecedor. Tal actitud no puede continuar si el partido tiene alguna esperanza de recuperar el conservadurismo de la podredumbre nihilista, algo por lo que todos los estadounidenses deberían luchar a fin de mantener un sistema bipartidista saludable.
Greene es ahora integrante de la Cámara de Representantes, con una plataforma prominente y poder real para influir en la vida de la gente. Tiene la responsabilidad de actuar -y hablar- en favor de los mejores intereses del público estadounidense y de la Constitución que ha jurado servir y defender.
Propagar mentiras grotescas, propiciar la violencia política (a la que dice oponerse) y fomentar la sedición van en contra de su juramento al asumir.
A cada nueva revelación suya, los llamados para disciplinarla suenan más fuerte. El diputado Jimmy Gómez, demócrata de California, tiene previsto presentar una resolución solicitando la expulsión de Greene del Congreso que hasta el viernes contaba con la firma de al menos 50 miembros.
Es poco probable que este recurso tenga éxito. Aunque la Constitución otorga a las dos cámaras un amplio margen de maniobra para castigar a sus miembros, la expulsión, que requiere una mayoría de dos tercios para ser aprobada, a lo largo de los siglos se ha utilizado rara vez. Los legisladores prefieren dejar que sean los votantes quienes dicten una sentencia así.
Las diputadas Nikema Williams, de Georgia, y Sara Jacobs, de California, piensan presentar una resolución para censurar a Greene. Esta sanción se impone con mayor frecuencia y sólo requiere mayoría simple para ser aprobada. Está pensada para servir como insignia de vergüenza. Por supuesto, Greene, que se regodea en la desvergüenza, podría llevarla como condecoración de honor: prueba de que una clase política corrupta y elitista la persigue.
Posibles sanciones
La representante Debbie Wasserman Schultz, de Florida, está entre quienes piden una sanción más apropiada: despojar a la diputada Greene de su asignación en comisiones. Sus críticos están especialmente indignados por el hecho de que haya sido asignada a la Comisión de Educación, habida cuenta de sus desquiciadas teorías sobre los tiroteos en las escuelas.
Los republicanos tienen experiencia reciente en este aspecto. En 2019, el jefe de la minoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, despojó a su correligionario Steve King de sus puestos en distintas comisiones por defender el nacionalismo blanco en una entrevista de The New York Times.
King, diputado por Iowa, tenía un largo historial de comentarios racistas por los que en gran medida lo eligieron numerosos votantes. Pero la pérdida de sus cargos en comisiones no sólo lo marcó, sino que mermó su influencia y su capacidad de servir a los electores. El año pasado, perdió las primarias poniendo fin así a sus nueve mandatos.
Kevin McCarthy tiene que tomar medidas sustanciales de ese tipo con Greene. Puede que los votantes la hayan elegido para que los represente, pero sus colegas republicanos tienen margen para declarar que no los representa a ellos.
Cuando las declaraciones de Greene sobre el asesinato de Nancy Pelosi salieron a la superficie, en el despacho de McCarthy se las calificó de «profundamente preocupantes» y el diputado dijo que iba a hablar con ella al respecto esta semana. McCarthy tiene la oportunidad de dejar claro que hay normas de decencia y de deber que trascienden el partidismo. Hay otros que observan, dentro y fuera de su organización política.
Hasta ahora, Greene ha respondido a las críticas de manera desafiante. «Nunca me retractaré. Nunca me voy a rendir», declaró el viernes en un comunicado que incluía una sombría advertencia a su partido.
«Si los republicanos se acobardan ante la turba y dejan que los demócratas y los medios de comunicación de noticias falsas me eliminen, estarán abriendo la puerta para que se persiga a todos los republicanos hasta que no quede ninguno», agregó.
Marjorie Taylor Greene está en lo cierto cuando afirma que el Partido Republicano enfrenta una seria amenaza por parte de una turba desenfrenada. Debe saberlo muy bien, es una de sus líderes.