Puede que ahora esté bien a gustito, pero lo cierto es que poco después de que tomara la decisión definitiva (dieron muchas vueltas al temita) de separarse de su ya exmarido Kanye West (43), con quien tiene cuatro hijos, Kim Kardashian (40) se sentía una «fracasada» y una «perdedora», y no dudaba en culparse a sí misma del decepcionante desenlace de sus siete años de matrimonio con el rapero. Recordemos que ya había estado casada en otras dos ocasiones.
Como ha quedado ya claro en el último episodio de ‘Keeping Up With The Kardashians’, grabado a finales del año pasado, la del ‘Klan’ rompe a llorar en medio de un momento de desahogo con sus hermanas, en el que reflexiona, quizá con demasiada autocrítica, sobre la imposibilidad de estar a la altura de lo que supuestamente ha de esperarse de la mujer del exitoso músico. Según Kim, este se merece a una compañera de vida que pueda adaptarse a su intenso ritmo de trabajo y, sobre todo, de desplazamientos por todo el mundo.
La ruptura de la pareja, que ha estado marcada por las fallidas aspiraciones presidenciales del músico (que han sido unas cuantas) y sus problemas de salud mental, ha sido documentada de refilón en el reality de Kim, que se ha negado a comentar el tema en profundidad frente a las cámaras, aunque no pudo contener las lágrimas en varias ocasiones mientras leía los rumores que circulaban acerca de su matrimonio en el momento de la grabación.
«Sinceramente, no puedo seguir haciendo esto. ¿Por qué sigo aquí, en este lugar en el que llevo estancada tantos años? Es que él no para de moverse y de viajar, todos los años cambia de estado. Y yo quiero que estemos juntos para criar a nuestros hijos, ¿sabes? Él es un padre fabuloso, está haciendo un trabajo extraordinario», asegura la empresaria en un momento concreto de su conversación con su hermana menor Khloé.
«Me siento como una jo**** fracasada, es que este es el tercer matrimonio que se me va a la mi****. Soy una maldita perdedora, pero no tengo que pensar en eso, solo quiero y debo ser feliz», sentencia en la escena más dramática del capítulo del que te hablábamos.