La reina Isabel II recibe a Boris Johnson, en el Palacio de Buckingham, este miércoles en Londres.
“El Brexit fue una decisión fundamental del pueblo británico y hay que respetarla, con o sin acuerdo. No hay peros que valgan”, proclamó este miércoles Boris Johnson en su primer discurso como primer ministro británico. Posteriormente, el nuevo líder del Reino Unido procedió a conformar su nuevo Ejecutivo, con un cambio casi total respecto al anterior, marcado por perfiles euroescépticos duros en los puestos clave y una apuesta por la diversidad étnica y de género.
Convencido de poder arrancar nuevas concesiones a Europa para el Brexit, pese a los mensajes que desde Bruselas indican lo contrario, el dirigente tory conformó un Gabinete con sello euroescéptico pero muy diverso en cuanto a etnia y género para vender una visión optimista y rejuvenecida del Brexit a “la Gran Bretaña moderna”.
A pleno sol, y con unos inusuales 32 grados centígrados en el corazón político de Londres, Johnson compareció ante las puertas de Downing Street como nuevo ocupante del número 10 para dejar claro que los 99 días que restan hasta el 31 de octubre son el único límite que se ha trazado para lidiar con Europa antes de dar el portazo. “Los británicos ya han esperado demasiado”, dijo sobre su decisión de no buscar ninguna otra prórroga si en ese plazo no logra “mejorar” el acuerdo con la UE trabajado por su antecesora, Theresa May.
Boris (a secas, como se le conoce en el Reino Unido), en una versión que recordó a su amigo Donald Trump, proclamó que su Gobierno va a “restablecer la confianza en la democracia”, como si hasta ahora el Reino Unido hubiera estado en manos de indeseables. También insinuó que, en caso de que el país terminara optando por una salida a las bravas de la Unión Europea, acabaría reteniendo los 35.000 millones de euros de la factura del Brexit, aunque se trate de deudas pendientes y de obligado pago con Bruselas. Su única concesión fue el agradecimiento a los ciudadanos europeos que residen y trabajan en el país, a quienes reconoció “el derecho” de seguir haciéndolo.
Para seducir con la idea de que un Brexit, incluso duro, acabará potenciando lo mejor del Reino Unido (“no subestimen a este país y sus fortalezas en el campo de la economía, de las artes, la tecnología”), Johnson ha decidido rodearse de un Gabinete que, al margen de su marcado perfil antieuropeo, será el más diverso étnicamente de la historia del país, con una destacada presencia a su vez de mujeres al cargo de puestos de primera línea. Un equipo que pretende proyectar la imagen de “la Gran Bretaña moderna”, insistía, promoviendo a una nueva generación de políticos que refleje las realidades del país, en contraste con la imagen que asocia a Johnson con el conservadurismo más elitista y rancio.
El nombramiento de Sajid Javid y de Priti Patel, dos políticos de origen asiático y marcadamente eurófobos, como responsables respectivamente de las importantes carteras del Tesoro y del Interior, respondía a esa estrategia. La designación de Dominic Raab, exministro para el Brexit durante la etapa de May, como nuevo responsable de Asuntos Exteriores, o la de Stephen Barclay mantenido al frente de la cartera del Brexit, indicó que el nuevo primer ministro recurrirá a sus aliados de siempre para encarar el reto de salir de la UE. Elizabeth Truss, por su parte, será secretaria de Comercio.
Los nombres se hicieron públicos pocas horas después de que el líder conservador acudiera al palacio de Buckingham para inclinarse ante la reina, como preludio al acto en el que Isabel II le encomendó la formación de Gobierno. La escena se produjo poco después de que la monarca recibiera en el mismo escenario a Theresa May para aceptar su dimisión formal.
En su despedida del público, la ex primera ministra reiteró la felicitación a Johnson, acompañada de un dardo en forma de buenos deseos, al confiar en su éxito en la consecución de un Brexit “que funcione para todo el país”. Fue una forma sutil de recordarle que su empeño declarado en forzar la salida de Europa a cualquier precio es una cuestión divisoria no solo a lo largo de la sociedad y el espectro político del Reino Unido, sino también en el propio seno del Partido Conservador, cuyos miembros eurófilos amenazan con sumarse a la revuelta de otros grupos en los Comunes.
División interna
En lo que supone toda una declaración de guerra, los ministros del Tesoro, Philip Hammond, y de Justicia, David Gauke, encabezaron una batería de dimisiones dentro de las diferentes escalas del Gobierno de May coincidiendo con la toma de posesión de Johnson.
Su posición va a ser uno de los grandes obstáculos para que el flamante primer ministro acometa los tres objetivos que considera clave en su mandato: hacer realidad el Brexit a cualquier precio, recuperar la unidad de filas en el Partido Conservador y la derrota del laborista Jeremy Corbyn. En el primer caso, Europa ya le ha recibido con el mensaje de que el acuerdo pactado con May no es renegociable, especialmente en lo que respecta a la salvaguarda (backstop) para evitar el restablecimiento de una frontera física entre las dos Irlandas.
El segundo entraña uno de los principales obstáculos en el camino trazado por Johnson hacia un Brexit salvaje, porque precisamente ese desacuerdo legendario sobre Europa entre las huestes conservadoras ha acabado socavando sus apoyos parlamentarios. Sobre el papel, Johnson cuenta con una mayoría precaria, aunque absoluta por un margen de dos diputados, sumando los escaños unionistas del DUP. En la práctica, la rebelión de los tories contrarios a una salida a las bravas le augura una severa derrota en los Comunes. La precariedad de esa situación ha convencido a Johnson de designar a un partidario de la permanencia, Mark Spencer, como jefe de sus filas parlamentarias, en un intento desesperado de imponerles orden.