+ Empresario se lleva a la tumba contraseña de fortuna en bitcoins; clientes podrían perder $190 millones
+ La clave de una computadora portátil podría cambiar la historia
Gerald Cotten murió de forma inesperada el 9 de diciembre durante un viaje a India, a donde había ido a inaugurar un orfanato. La compañía que había creado en Canadá, QuadrigaCX, se había convertir en la mayor del país en transacciones de criptomonedas, un tipo de dinero que sólo existe electrónicamente. Con su muerte, Cotten parece haberse llevado a la tumba la contraseña que permitiría a sus clientes acceder a $190 millones de dólares, que podrían así haberse volatilizado para siempre.
La compañía publicó un mensaje el 14 de enero en la red social Facebook asegurando que su cofundador y máximo ejecutivo había fallecido a los 30 años por complicaciones de la enfermedad de Chron, un mal crónico que inflama el sistema digestivo. Entre los comentarios al mensaje, ya figuraban quejas de clientes que, como el usuario identificado Ally Shapoval, exclamaban: “¿Dónde está mi dinero?”.
El 31 de enero, la empresa publicó otro mensaje asegurando que había acudido ante la justicia para hacer frente a sus “notables problemas financieros”, puesto que durante semanas habían intentado resolver sus “problemas de liquidez” intentando localizar “sus reservas de criptomonedas”. “Desafortunadamente, estos esfuerzos no han tenido éxito”, añadía.
¿Dónde está el dinero?
Su viuda, Jennifer Robertson, ha indicado a la justicia que Cotten era “el único directivo” de la compañía, y que murió sin decirle a nadie la contraseña de su computadora portátil, que tiene todos sus datos encriptados.
Según informa la radio pública (NPR), su compañía tiene 115,000 clientes con 137 millones invertidos en criptomonedas (fundamentalmente, bitcoins) y otros 53 millones en otras monedas tradicionales. Ya antes de la muerte de su fundador, Quadriga estaba atravesando problemas con sus transacciones, pero según su viuda todas las operaciones las realizaba Cotten desde su computadora, y sin él, la compañía se ha paralizado.
Robertson dice haber registrado de arriba abajo su casa en Fall River (Canadá) sin encontrar ningún documento o registro que pueda ayudarle: “No conozco la contraseña ni la clave de recuperación”, dijo, “por mucho y bien que la he buscado, no he podido encontrarla escrita en ninguna parte”. Ha contratado a un experto para acceder a la computadora, pero por ahora sin éxito.
Sus clientes, enojados, han incluso cuestionado que la muerte de Cotten no sea un engaño para quedarse con su dinero; la viuda ha presentado ante la justicia el certificado de defunción. Ahora, serán los tribunales quienes decidan qué hacer.