‘El Potrillo’ cumplió el sueño de llenar la Plaza de Toros México, como lo hizo su papá el 15 de septiembre de 1984, e hizo el feliz anuncio.
Una torrencial lluvia cayó durante las últimas horas del sábado en Ciudad de México, en su camerino Alejandro Fernández se preocupó hasta el último momento de que tuviera que posponer uno de los conciertos más importantes en su vida. Afuera, las 50 mil almas reunidas no se movieron ni un centímetro, con tal de ver a su ídolo lo aguantaron todo.
Y es que la nostalgia y el homenaje rindieron sus frutos, con «la intervención» de El Charro de Huentitán la lluvia cedió, la anécdota se quedó en el corazón porque en 1984, antes de que don Vicente saliera al mismo entarimado, también cayó «un diluvio» pero se quitó en tiempo y forma.
«Pensé que no se iba a acabar la tormenta jamás, fue como una lección de que las cosas no son tan fáciles, pero sé que mi papá me ayudó. Jefe, te amo», dijo emocionado Alejandro, quien en todo momento mostró gratitud. «Hoy más que nunca debemos agradecer que estamos vivos, que estamos aquí en este momento, juntos», agregó.
Bajo el cielo mexicano, que dio tregua, la Monumental Plaza de Toros México se rindió ante el encanto de El Potrillo, quien es consentido de los mexicanos desde que debutó a los 19 años. Anoche probó que se ganó a pulso ese lugar gracias a su talento; la potencia de su voz aún alcanza los tonos más altos en sus interpretaciones.
Alejandro Fernández hace un feliz anuncio
Como correspondió, Fernández hizo cómplices a los reunidos en el recital con el que cumplió el sueño de repetir la hazaña de El Charro de Huentitán, quien abarrotó el escenario de la Nápoles el 15 de septiembre de 1984. A 39 años de aquella histórica velada, Alejandro logró el cometido y para festejarlo hizo el mejor de los anuncios.
Con la foto de un ultrasonido en mano, el artista gritó: «¡Tendré nuevo nieto!» y con todo el orgullo, dirigiéndose al futuro papá por segunda ocasión, su hijo Alex, le expresó, «¡estás bien ca***n!». La Monumental «se cayó» en jubilo por saber que «la dinastía Fernández sigue creciendo», como hizo notar El Potrillo.
La energía que los muros de la Plaza de Toros trataba de contener se extendió pronto hasta las calles que rodean el recinto, afuera las personas detenían su paso para escuchar alguna de las 39 canciones que entonó el hijo de don Vicente, entre las que estuvieron incluidos por supuesto los éxitos de su papá.
Con Eso y más recordó a otro grande, Joan Sebastian, y en la importante noche El Potrillo tuvo a un invitado especial, el colombiano Jessi Uribe, con quien cantó su más reciente apuesta musical, Tu maniquí. Pero las canciones más coreadas fueron sus baladas, como Se me va la voz.
Nube viajera tuvo la dedicatoria más especial; para don Vicente, y la México respondió con un estruendo al soltar un coro de 50 mil voces que acompañaron al cantante que supo contener muy bien las lágrimas para transformarlas en una euforia que lo ayudó a entregarse al máximo.
Que seas muy feliz y Estos celos abrieron la noche. La velada siguió con Estuve, Si tú supieras, Hoy tengo ganas de ti, Loco, Mentí (con imágenes y voz de Chente), Mujeres divinas y la difícil Perdón, en las que llamó a Alex para cantar juntos; No, Canta corazón, Me dediqué a perderte, Tantita pena y «el himno» México lindo y querido.
Para cerrar Alejandro se atrevió —no sin dudarlo por unos momentos— a regalar Mátalas, que no causó molestia, al contrario, puso a todos a cantar y bailar. Con un traje de charro camel, muy parecido al que usaba su papá, El Potrillo le hizo el máximo de los tributos al que fue su guía en todos sentidos.
«Han sido muchos meses duros para mi familia, perdí a mi maestro, a mi amigo, México perdió al mejor cantante de todos los tiempos», expresó emocionado Fernández y ofreció un popurrí con los cortes más representativos de El Charro de Huentitán y que fueron el principio del fin.
Pasada la medianoche Alejandro decidió que era momento de despedir este concierto que se quedó grabado en su corazón porque lo dio todo y también se llevó lo mismo de parte de su público que le es siempre fiel, se lo probó ayer al permanecer mojado, con frío, pero con toda la pasión. Y, a la distancia, toda Latinoamérica, a través de la transmisión de Star+.
Así, para su cierre con broche de oro, Fernández compartió uno de los éxitos que lo encumbró entre los máximos intérpretes nacionales: Como quien pierde una estrella, que fue acompañada con los alaridos de mujeres y hombres que brindaron con cerveza, tequila y whisky a la salud del ahora ya El Potrillo de la Monumental.