Ha crecido la desilusión respecto a la ideología comunista, no sólo entre los jóvenes, sino también entre los cubanos mayores que creyeron en la revolución hace 60 años
Llegué a Estados Unidos hace una década desde Cuba, donde fui un activista estudiantil pro-democracia. El trabajo que hice allí fue leve para los estándares estadounidenses; con algunos de mis amigos, organicé pequeñas reuniones y recogí firmas para presentarlas al gobierno. Pero mis esfuerzos atrajeron la atención de la policía secreta, y finalmente me trasladé a Florida como refugiado político.
Así que me ha llenado de esperanza ver las manifestaciones de los últimos días en Cuba, que habrían sido impensables mientras yo era organizador allí. El hecho de que cientos de personas exijan públicamente reformas demuestra que el régimen se ha debilitado y que el pueblo percibe una oportunidad histórica de cambio. Se puede escuchar en sus gritos de protesta: “¡Se acabó! Abajo el comunismo!” Se acabó, abajo el comunismo.
Se ha hablado mucho de la reciente escasez de alimentos en la isla y de la falta de acceso a las vacunas contra el coronavirus. Ciertamente, eso está alimentando parte de la ira actual. Pero al centrarse en estos factores se ignora el largo proceso de cambio en Cuba. Ha crecido la desilusión respecto a la ideología comunista, no sólo entre los cubanos de mi generación, sino también entre los cubanos mayores que creyeron en la revolución hace 60 años.
La generación anterior sacrificó las libertades para lograr una utopía comunista, pero sus esfuerzos terminaron en la miseria. Por ejemplo, a los cubanos se les prometió un sistema sanitario de primera clase, pero el resultado seis décadas después son hospitales sucios, falta de medicamentos y falta de médicos, ya que los médicos cubanos son enviados al extranjero para el beneficio y la propaganda del Estado. Otros grandes programas de propaganda también se han convertido en un desastre, como el cacareado programa de alfabetización del difunto dictador Fidel Castro. Puede que todavía atraiga a personas como el senador Bernie Sanders, autodenominado socialista democrático, pero se ha convertido en una herramienta de adoctrinamiento en decadencia.
El cambio reciente más significativo es la tecnología de la comunicación. El uso del teléfono móvil, Internet y las redes sociales han permitido a los cubanos conectarse y comunicarse. Durante el último levantamiento de 1994, conocido como el Maleconazo, el régimen aisló y reprimió fácilmente las manifestaciones cortando las pocas líneas telefónicas fijas. Esto impidió que la mayoría de los cubanos se enteraran de las manifestaciones hasta después de que hubieran terminado. Esta vez, las imágenes de las manifestaciones espontáneas en dos ciudades alejadas entre sí se compartieron en las redes sociales, lo que permitió que el resto del país se enterara de inmediato.
A diferencia de manifestaciones anteriores -como las Damas de Blanco (un colectivo de madres y esposas de presos políticos) y el Movimiento de San Isidro (artistas que reclaman libertad de expresión)-, estas manifestaciones se han extendido más allá de sus pequeños enclaves y han estado integradas por decenas de miles de cubanos, a pesar de las duras tácticas de represión, que incluyen detenciones arbitrarias y desapariciones.
La tecnología ha contribuido a dar lugar a una sólida sociedad civil. Los cubanos han visto surgir comunidades en torno a la religión, las cuestiones LGBT, la política, el espíritu empresarial e incluso los videojuegos. Estas asociaciones, inofensivas en una sociedad normal donde la gente persigue libremente intereses comunes, se consideran una amenaza para el poder de los comunistas en Cuba.
Un creciente movimiento de influencers en las redes sociales también está desafiando el monopolio del Partido Comunista sobre el discurso público. Mientras que el programa estrella del Partido Comunista de Cuba, “Mesa Redonda”, tiene desde 2009 más de 4 millones de visitas y 32.000 suscriptores en YouTube, el canal “Cubanos por el Mundos”, que ofrece noticias y entretenimiento independientes, ha acumulado más de 38 millones de visitas y 142.000 suscriptores desde 2013. Un popular YouTuber, Alex Otaola, que es mayormente desconocido fuera del nicho de medios sociales cubanos y cubano-americanos de habla hispana, ha utilizado sus comentarios provocativos para empujar a destacados artistas y celebridades cubanas a hacerse eco de su mensaje anticomunista y persuadir a los cubanos a luchar pacíficamente por la libertad en las calles.
Aunque este levantamiento sea aplastado, estoy seguro de que estos acontecimientos son el principio del fin del régimen comunista en Cuba, porque la gente se ha dado cuenta de que puede exigir sus libertades. Aunque el régimen conserve el poder, se verá obligado a realizar reformas económicas y posiblemente a permitir más libertades políticas. A pesar de la fuerte represión, mis contactos en Cuba me dicen que la gente sigue yendo a las manifestaciones. Tienen miedo, pero creen que es el fin de la dictadura. Sólo quieren tener el apoyo del mundo libre.
Estados Unidos puede asumir un papel de liderazgo en el apoyo a las manifestaciones aplicando más sanciones y otras medidas si el régimen recurre a la violencia para reprimir las manifestaciones. De forma más inmediata, el gobierno de Biden debería dejar claro al régimen cubano que provocar un éxodo, como el del Mariel en 1980 o la crisis de los balseros en 1994, se considerará una acción hostil y se tratará poniendo todas las opciones sobre la mesa, incluida la intervención militar.
Muchos cubanoamericanos como yo no votaron por el presidente Joe Biden, pero esperamos que rechace a los radicales domésticos, incluidos los socialistas democráticos, y luche contra nuestros enemigos comunistas extranjeros. Biden ha afirmado que “se ha enfrentado a los Castros y Putins del mundo”. Les hago saber: esto se acaba aquí. Se acaba conmigo”. También llamó recientemente al comunismo un “sistema fracasado”. Este es el momento de actuar. El mensaje de la administración Biden al régimen cubano debería hacerse eco del “¡Se acabó!” del pueblo cubano. Se acabó.