A los expertos les preocupa la vacuna apresurada de RusiaRusia tomó una decisión peligrosa al saltarse la fase 3 de las pruebas en seres humanos
Una forma de acelerar con seguridad los ensayos es que los reguladores se preparen de antemano para analizar cada lote de datos, de modo que puedan reducir el tiempo entre las pruebas. (The Associated Press)
Cuando Vladímir Putin anunció el martes que Rusia había aprobado una vacuna del coronavirus —sin evidencia de pruebas clínicas a gran escala— los expertos en vacunas comenzaron a preocuparse.
“Me parece verdaderamente aterrador. Es muy riesgoso”, dijo Daniel Salmon, director del Instituto para la Seguridad de las Vacunas de la Universidad Johns Hopkins. Salmon y otros expertos dijeron que Rusia tomó una decisión peligrosa al saltarse la fase 3 de las pruebas, la cual puede determinar si la vacuna funciona mejor que un placebo y no causa daños a algunas de las personas que la reciben.
A diferencia de los medicamentos experimentales que les dan a los enfermos, las vacunas están destinadas a millones de personas sanas. Por eso, deben superar altos estándares de seguridad. Si cientos de millones de personas se vacunan, incluso un raro efecto secundario podría surgir en miles de personas.
A lo largo del siglo pasado, los investigadores han desarrollado maneras cada vez más poderosas de probar las vacunas para que sean seguras y eficaces. Aprendieron algunas de esas lecciones a la mala, cuando una vacuna nueva provocaba algún daño. Sin embargo, las vacunas ahora se consideran entre los productos médicos más seguros del mundo, gracias al intenso rigor de las pruebas clínicas que dan seguimiento a su seguridad y eficacia.
Estas pruebas generalmente comienzan antes de vacunar a alguien, cuando los investigadores la inyectan a ratones o monos para ver cómo reaccionan.
Si esos análisis dan buenos resultados en los animales, los investigadores continúan con unas cuantas decenas de voluntarios para una prueba de fase 1, en la que todos los voluntarios reciben la vacuna experimental.
Los médicos generalmente mantienen bajo observación a esos voluntarios para asegurarse de que no tengan ninguna reacción negativa inmediata y para ver si generan anticuerpos de un patógeno. No es poco común que las personas sientan dolor muscular o incluso un poco de fiebre, pero esos síntomas leves generalmente no duran mucho.
Si la fase 1 no genera problemas graves de seguridad, entonces los investigadores generalmente pasan a las pruebas de fase 2, en la que inyectan a cientos de personas y realizan observaciones más detalladas.
Las primeras pruebas clínicas de las vacunas del coronavirus comenzaron en marzo. Ahora hay 29 en proceso, y pronto comenzarán otras más. Compañías como AstraZeneca, Moderna, Novavax y Pfizer están empezando a compartir sus primeros resultados optimistas: hasta ahora, solo han detectado síntomas leves o moderados sin efectos secundarios. Los voluntarios también han generado anticuerpos del coronavirus, en algunos más de los que producen las personas que se recuperaron de una infección.
No obstante, sin importar lo prometedores que sean esos primeros resultados, las pruebas de la fase 3 podrían fallar.
El momento del anuncio de Rusia hace que sea “muy poco probable que tengan suficientes datos sobre la eficacia del producto”, dijo Natalie Dean, bioestadística y experta en enfermedades infecciosas de la Universidad de Florida que ha advertido que no debe apresurarse el proceso de aprobación de las vacunas. Dean señaló que incluso las vacunas que han generado datos prometedores en sus primeras pruebas con humanos han fracasado en etapas posteriores.
En un gran ensayo controlado aleatorizado, los investigadores les dan la vacuna o un placebo a decenas de miles de personas, y esperan a que encuentren el virus en el mundo real. “Después esperas para ver si se enferman o no. ¿Mueren o no?”, comentó Steven Black, experto en vacunas del Grupo de Trabajo para la Salud Global. Si una vacuna resulta eficaz, menos voluntarios vacunados se enferman, a diferencia de los que recibieron el placebo.
Los investigadores rusos aún no han comenzado esa prueba crucial.
En junio, el Instituto de Investigación Gamaleya de Epidemiología y Microbiología del Ministerio de Salud de la Federación de Rusia registró un experimento combinado de fases 1 y 2 de una vacuna llamada Gam-COVID-Vac Lyo. Los investigadores planificaban probarla con 38 voluntarios.
Dijeron que la vacuna estaba hecha con un adenovirus —un virus inofensivo de la gripe— que tiene un gen del coronavirus, algo similar a lo que AstraZeneca y Johnson & Johnson están usando en sus vacunas. La tecnología aún es relativamente nueva: la primera vacuna de adenovirus para cualquier enfermedad fue aprobada para el ébola en junio.
Desde entonces, los funcionarios rusos han afirmado que podrían llevar la vacuna rápidamente a la etapa de fabricación. El anuncio que Putin hizo el martes lo volvió oficial. Sin embargo, el instituto no ha publicado sus datos de los ensayos de las fases 1 y 2.
Durante el anuncio de Putin, Mikhail Murashko, ministro ruso de salud, declaró que “todos los voluntarios desarrollaron altos niveles de anticuerpos de COVID-19. Además, ninguno tuvo complicaciones graves de inmunización”.
Ese es el tipo de resultado que se esperaría de un ensayo de fase 1. Pero eso no indica si la vacuna en realidad funciona.
“Esto va más allá de la estupidez”, comentó John Moore, virólogo del Colegio Médico Weill Cornell de la ciudad de Nueva York. “Putin no tiene una vacuna, simplemente hizo una declaración política”.
El martes, el instituto ruso publicó un sitio web en el que asegura que al día siguiente comenzaría la fase 3 de un ensayo que involucraría a más de 2000 personas en Rusia, así como en los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Brasil y México.
Todos los demás ensayos de fase 3 de vacunas contra el coronavirus que se están llevando a cabo actualmente son más de diez veces más grandes que ese, con 30,000 voluntarios cada uno.
Nicole Lurie, exsecretaria adjunta de preparación y respuesta del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos y asesora de la Coalición para las Innovaciones de Preparación para Epidemias, dijo que la lección que el gobierno de Estados Unidos debe aprender del anuncio de Putin es clara.
«Esta es exactamente la situación que los estadounidenses esperan que nuestro gobierno evite», declaró.
Un proceso más veloz
Además de determinar si la vacuna protege a las personas, los ensayos de la fase 3 pueden revelar efectos secundarios poco comunes que podrían no haber aparecido en el número comparativamente pequeño de voluntarios que se inscribieron en las fases anteriores.
Sin embargo, el hecho de que alguien se enferme o muera después de recibir una vacuna no demuestra necesariamente que la vacuna sea la culpable. Al comparar grandes grupos de personas que recibieron la vacuna con el placebo, los investigadores pueden identificar grupos inusuales de casos en los participantes vacunados.
En el proceso, los desarrolladores de la vacuna comparten estos resultados en informes dirigidos a los reguladores gubernamentales y en documentos arbitrados para revistas científicas. Luego, expertos externos evalúan los datos de los ensayos de la fase 3 y dan su recomendación a la FDA, que decide si aprueba una vacuna para su uso generalizado.
«No basta con decir que tengo un gran producto», dijo Salmon. «Antes de usarlo, necesitas que otras personas miren detenidamente los datos y se convenzan de que los beneficios superan los riesgos».
E incluso después de que una vacuna es autorizada, los investigadores siguen observándola para asegurarse de que sea segura. A medida que millones de personas reciben una vacuna, pueden surgir efectos secundarios aún más infrecuentes con el tiempo. También es posible que ciertos grupos de personas, como los niños o los ancianos, corran riesgos que no fueron inmediatamente claros en los ensayos de fase 3 de la vacuna.
En ese momento, los reguladores pueden hacerle ajustes a la vacuna —cambiando la dosis, por ejemplo— para volverla más segura.
Una forma de acelerar con seguridad los ensayos es que los reguladores se preparen de antemano para analizar cada lote de datos, de modo que puedan reducir el tiempo entre las pruebas. Los fabricantes ya han demostrado a los reguladores que pueden fabricar vacunas contra el coronavirus de manera segura a escala industrial, mucho antes de que las propias vacunas hayan superado los ensayos clínicos.
Black y sus colegas han estado trabajando con CEPI, una organización sin fines de lucro que está acelerando el desarrollo de vacunas, en un nuevo conjunto de procedimientos de seguridad para algunas vacunas contra la COVID-19, incluyendo las desarrolladas por AstraZeneca, CureVac y Novavax.
Los investigadores han llegado a un conjunto de posibles complicaciones médicas a las que los ensayos de vacunas deben prestar especial atención. Han abordado la posibilidad de que la vacuna pueda hacer que las personas sean propensas a peores casos de COVID-19, por ejemplo. Afortunadamente, la investigación hasta ahora no muestra ninguna señal de que esto ocurra.
CEPI está coordinando el intercambio de datos entre los desarrolladores de la vacuna. Según Black, al unificar los datos de seguridad de los diferentes desarrolladores, CEPI podrá detectar efectos secundarios poco comunes que tal vez ni siquiera se hayan considerado como posibles riesgos.