+ Ex piloto de «El Chapo» aseguró que el capo sobornó a policías mexicanos
+ Miguel Ángel Martínez, ex empleado del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, indicó que el capo daba dinero a los funcionarios de seguridad a cambio de plazas libres para distribuir la droga.
+ Las pistas de aterrizaje clandestinas se encontraban en Guadalajara, Sonora, Culiacán, Nayarit y Guanajuato
La corrupción en el gobierno de México salió a relucir este jueves nuevamente en el juicio contra Joaquín «El Chapo» Guzmán Loera cuando Miguel Ángel Martínez Martínez, su ex piloto, ex gerente de sus negocios y ahora testigo del gobierno, aseguró que el acusado pagó sobornos a la policía mexicana para que le permitieran traficar drogas.
Entre los que presuntamente aceptaron sobornos de Guzmán Loera, Martínez identificó, y en su primera aparición en la Corte, a Guillermo González Calderoni, quien en ese entonces tenía a su cargo la oficina en Guadalajara de la dirección general de Seguridad de la Procuraduría.
De acuerdo con el testimonio de Martínez, alias «el Gordo», «el compadre» y «Tololoche», Guzmán Loera se refirió a este funcionario como su «amigo» y también le dijo que «era un policía bien inteligente».
Testigo protegido de la Fiscalía, Martínez entró a la sala del juez Brian Cogan, que preside el caso, vestido con chaqueta y pantalón azul, camisa azul claro y corbata roja sin voltear a mirar a su ex jefe, a quien identificó por pedido de la fiscalía.
El ex piloto de «El Chapo» aseguró que entre 1987 y hasta más o menos 1992 le dieron «mucho dinero» a González Calderoni, un periodo en el que dijo le entregaron «dos o tres veces 10 millones de dólares cada ocasión», y que ese dinero le fue enviado en aviones de Guzmán Loera para que le permitiera trabajar con la droga.
El testimonio de Martínez, quien según ha dicho en el proceso la defensa de Guzmán Loera casi perdió la nariz al consumir cuatro gramos de cocaína al día, creó gran expectativa dadas las medidas de seguridad puestas en marcha, como la prohibición de que los artistas que acuden a la corte dibujen su rostro real.
El ex empleado del capo indicó que este y González Calderoni se conocieron en 1987, y que fue este funcionario quien advirtió al acusado que el gobierno de EE.UU. había establecido una base para interceptar los aviones que venían de Colombia con droga, además de informar si había una investigación o qué hacer para no ser capturado.
Martínez, que trabajó para el capo de la droga entre 1986 y 1998, aseguró que supo esta información del propio Guzmán Loera porque él no estaba a cargo de pagar sobornos a la policía, sino Humberto Loya Castro.
González Calderoni fue asesinado en Texas en febrero de 2003 de un balazo en la cabeza mientras conducía su Mercedes Benz.
En su primer testimonio durante el histórico juicio a quien se considera uno de los capos más poderosos, también dijo, al detallar cómo se traficaba la droga desde Colombia a México para luego enviarla a EE.UU, que las pistas de aterrizaje clandestinas estaban en Sonora, Culiacán, Nayarit, Guadalajara y Guanajuato, y que se usaron aviones entre 1990 a 1995.
Explicó que los lugares fueron elegidos por Guzmán Loera porque eran las plazas «donde la policía (a los que pagaban sobornos) le permitían trabajar» y que la droga era recibida por él mismo, Arturo y Héctor Beltrán Leyva, Martín Moreno y otras personas que no conocía.
Además de piloto, Martínez se encargaba de hablar con los cárteles de Colombia (en Cali y Medellín) para recibir de ellos la mayor cantidad posible de cocaína, almacenarla y enviarla a EE UU.
Explicó además, en su detallado testimonio, las claves de comunicación que usaban para las operaciones de narcotráfico, así como sus funciones en la organización, que cambió el transporte para traer la droga en barcos por seguridad.
Expuso que las embarcaciones colombianas y las de Guzmán Loera se encontraban en aguas internacionales donde se transfería el cargamento a los barcos de su jefe. 55% del dinero de la venta de esta droga era para los colombianos y el 45 % para el Chapo, según el testigo.
Martínez detalló que el cartel operaba como una corporación, cuyos empleados aumentaron de unos 25, cuando él comenzó, a unos 200, que incluía pilotos, aviones, capitanes de barcos, distribuidores de droga y otros que blanqueaban el dinero.