“De estar en una situación en la que lo tenía en marcha podía colocar a mi familia en un lugar realmente bueno financieramente, a ‘qué diablos voy a hacer con todo esto”, explicó Matt Colvin.
El 1 de marzo, un día después de que se anunciara la primera muerte por el coronavirus en Estados Unidos, un par de hermanos, Matt y Noah Colvin, manejaron una camioneta de tienda en tienda en Chattanooga (Tennessee) comprando todo el gel antibacterial que pudieron encontrar en los estantes.
Luego Noah Colvin emprendió camino de ida y vuelta hasta el vecino estado de Kentucky, una ruta de 1,300 millas deteniéndose en todas las pequeñas tiendas en su camino para seguir llenando su camioneta de alquiler con botellas de gel protector contra virus y otros gérmenes.
Su hermano se quedó en Chattanooga, ordenando la mercancía y poniéndola a la venta en internet a través de Amazon.
Según informó el diario The New York Times, vendió de inmediato 300 botellas por un precio de entre 8 y 70 dólares cada una, muy superior al que tenían en las tiendas antes de que el miedo al coronavirus las vaciase de estos productos (colocó por ejemplo una botella de un dólar por 20, más 10 en gastos de envío).
Un día después, Amazon eliminó sus productos, así como otras ofertas similares (mascarillas, productos desinfectantes, etcétera) a precios desorbitados. Otros sitios web como EBay directamente prohibieron la venta de gel antibacterias para evitar que nadie pudiera obtener beneficios desproporcionados con la pandemia.
Así, los hermanos Colvin se quedaron con 17,700 botellas sin vender: “De estar en una situación en la que lo que tenía en marcha podía colocar a mi familia en un lugar realmente bueno financieramente, a ‘qué diablos voy a hacer con todo esto”, explicó Matt Colvin al citado diario.
Tennessee tiene leyes que obligan a cobrar precios razonables para bienes y servicios de primera necesidad. La oficina del Fiscal General de este estado aseguró el sábado que enviaría a agentes al domicilio de Colvin para instarle a abandonar sus actividades comerciales.
El domingo por la mañana, Colvin ayudó a un grupo de voluntarios de una iglesia local a cargar dos tercios de sus productos en un camión para distribuirlos entre personas que los necesiten en Tennessee. El otro tercio se lo llevaron funcionarios de la oficina del Fiscal General para que sean repartidos en Kentucky.
Al citado diario le expresó su remordimiento por lo ocurrido, y también denuncio los mensajes de odio y amenazas de muerte recibidas desde la publicación del artículo. “Nunca fue mi intención quitar productos médicos necesarios de las manos de quienes los necesitan”, explicó llorando, “no soy así”.