El Papa Francisco en Panamá

Esta es la agenda que tendrá el papa Francisco en la XXIV Jornada Mundial de la Juventud.

El pontífice llegará a Ciudad de Panamá a las 4:30 p.m. hora local del miércoles 23 de enero y se quedará hasta el domingo 27 de enero cuando parta en la tarde hacia Roma.
El jueves 24 se reunirá con el presidente Juan Carlos Varela y con los obispos centroamericanos.
El viernes será el día de los jóvenes: Francisco reúne con jóvenes presos en el Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora y en la tarde hará un via crucis con los jóvenes en la cinta costera.
El sábado 26 habrá misa en la mañana, a las 9:15 a.m.. A las 12:15 p.m. Francisco tendrá una comida con los jóvenes en el Seminario Mayor San José, y en la tarde hará vigilia con ellos en el Campo San Juan Pablo II Metro Park.
El domingo 27 comenzará con misa en el Metro Park a las 8:00 a.m..
Luego, a las 10:45 a.m. visitará la Casa Hogar Buen Samaritano, un lugar que acoge a personas que viven con VIH/sida. A las 4:30 p.m. hora local, tendrá un encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud.
A las 6:00 p.m. del domingo será su ceremonia de despedida en el Aeropuerto Internacional Tocumén de Panamá

«La lengua Mata Como un Cuchillo»: papa Francisco

El pontífice aseveró que la sociedad moderna está «continuamente al límite entre la verdad y las mentiras», y que la desinformación es intrínsecamente peligrosa. «La lengua mata como un cuchillo»: El papa Francisco compara a los chismosos con los terroristas

Durante su discurso del miércoles en la plaza de San Pedro, el papa Francisco hizo mención a uno de los diez mandamientos: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio». El pontífice denunció los chismes como una forma de terrorismo y advirtió a los fieles de la iglesia contra las mentiras.

«Todos vivimos comunicándonos y estamos continuamente al límite entre la verdad y las mentiras», aseveró el papa, y agregó que la desinformación es intrínsecamente peligrosa «porque la lengua mata como un cuchillo».

El papa Francisco durante su audiencia semanal en la plaza de San Pedro en el Vaticano, el 25 de abril de 2018.»Desenmascarar a la serpiente»: Papa Francisco compara las ‘fake news’ con la historia de Adán y Eva. El pontífice reiteró sus comentarios anteriores en los que comparó a los chismosos y mentirosos con los terroristas: «Los chismosos son terroristas, porque con sus lenguas lanzan una bomba y luego se van, y la bomba que lanzan destruye la reputación en todas partes».

«No se olviden: chismear es matar», recalcó el papa Francisco.

El pontífice ha advertido en múltiples ocasiones contra los chismes en la Iglesia y ha instado a los medios de comunicación en particular a protegerse contra las «noticias falsas» y a buscar la verdad.

En enero de este año, dirigiéndose a un grupo de 500 monjas en Perú, Francisco describió los chismes como una «bomba». Además, calificó de «terroristas» a las «monjas» que son «chismosas», asegurando que esta práctica es «peor que lo de Ayacucho hace años», refiriéndose a las acciones que llevaba a cabo en Perú el grupo guerrillero Sendero Luminoso.

El Papa Francisco Escribe Acerca de las Acusaciones de Abuso en Pensilvania

Su carta llega a raíz de un informe del gran jurado de Pensilvania que detallaba décadas de abusos sexuales por parte de sacerdotes y encubrimientos de los obisposEl papa había recibido fuertes críticas por no pronunciarse antes. El papa Francisco reconoció «con vergüenza y arrepentimiento» que la Iglesia católica no actuó ante acusaciones de abuso sexual por parte de clérigos contra menores de hace décadas, escribiendo «no mostramos ningún cuidado por los pequeños, los abandonamos».

En una carta inusualmente contundente publicada por el Vaticano este lunes, el papa escribió: «Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes». «Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse», afirma.

Su carta llega a raíz de un informe del gran jurado de Pensilvania que detallaba décadas de abusos sexuales por parte de sacerdotes y encubrimientos de los obispos. El informe dice que los documentos internos de seis diócesis católicas en Pensilvania -algunos en un archivo secreto del que solo el obispo tenía una clave- muestran que más de 300 «sacerdotes depredadores» han sido acusados creíblemente de abusar sexualmente de más de 1,000 niños víctimas.

LEE aquí la carta completa del papa Francisco:

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PUEBLO DE DIOS

«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.

1. Si un miembro sufre

En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años. Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar. El cántico de María no se equivoca y sigue susurrándose a lo largo de la historia porque el Señor se acuerda de la promesa que hizo a nuestros padres: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53), y sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz.

Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! […] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).

2. Todos sufren con él

La magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. Si bien es importante y necesario en todo camino de conversión tomar conocimiento de lo sucedido, esto en sí mismo no basta. Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual, «porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11,14)”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165). La llamada de san Pablo a sufrir con el que sufre es el mejor antídoto contra cualquier intento de seguir reproduciendo entre nosotros las palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9).

Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.

Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Así le gustaba decir a san Juan Pablo II: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 49). Aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia. Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor,[1] que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso.

Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida[2]. Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente».[3] El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo.

Siempre es bueno recordar que el Señor, «en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Por tanto, la única manera que tenemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios. Esta conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro. Todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación. La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio. Porque «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11).

Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión.

Asimismo, la penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia.

De esta forma podremos transparentar la vocación a la que hemos sido llamados de ser «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1).

«Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunitaria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y reparación. María supo estar al pie de la cruz de su Hijo. No lo hizo de cualquier manera, sino que estuvo firmemente de pie y a su lado. Con esta postura manifiesta su modo de estar en la vida. Cuando experimentamos la desolación que nos produce estas llagas eclesiales, con María nos hará bien «instar más en la oración» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia. Ella, la primera discípula, nos enseña a todos los discípulos cómo hemos de detenernos ante el sufrimiento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad. Mirar a María es aprender a descubrir dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo.

Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía.

Vaticano, 20 de agosto de 2018

Acusan al Papa Francisco de Hereje

De «7 herejías» y lo hicieron 61 historiadores, teólogos y sacerdotes, a través de una carta de 25 páginas difundida hoy.

Apuntan al matrimonio, la vida moral y la recepción de los sacramentos.

Un acto sin presentes desde el año 1333

Un carta de 25 páginas firmadas por 61 personajes, supuestamente católicos y ultraconservadores que se publico el día de hoy acusa al Papa Francisco de «Hereje», volviendo esta acusación una de las más serias amenazas contra el gran jerarca de la Iglesia Católica. Estas 7 herejías que estarían contenidas en la exhortación apostólica de Jorge Bergoglio sobre la familia, la “Amoris Laetitia”.
Ningún obispo o cardenal firmó la misiva y esto representa un fracaso para las ambiciones demoledoras del Cardenal norteamericano Burke y otros que no dan la cara. Habían prometido una “corrección material” al Pontífice que hubiera desatado una crisis institucional en la Iglesia, pues representa un inaudito amotinamiento al poder absoluto del Papa, que se hubiera visto obligado a castigar a los obispos y cardenales firmantes, abriendo una peligrosa grieta cismática.
Entre los firmantes está Ettore Gotti Tedeschi, ex presidente del IOR, el Banco del Vaticano, quien dijo que no es una acusación al Papa.
“Amoris Letitia” fue el documento pontificio que puso fin a las deliberaciones de los Sínodos de la Familia de 2014 y 2015, en el que los conservadores se opusieron vivamente a la posibilidad de que los fieles divorciados vueltos a casar pudieran en un camino penitencial, a juicio de sus obispos, volver a comulgar y a acceder a otros sacramentos que ahora les están prohibidos.
La carta tiene un titulo filoso: “Una corrección filial con respecto a la propagación de herejías”. Fue enviada al Papa el 11 de agosto y difundida hoy por un portal tradicionalista católico en Internet.
La corrección denuncia “la influencia de las ideas de Martín Lutero”, el promotor de la reforma protestante, que “tenía ideas similares a algunas del Papa”. Ya esta frase es una condena contra Francisco.
El Pontífice argentino es acusado de “propagar proposiciones falsas y heréticas” en “Amoris Laetitia”. Por ejemplo afirmar que los divorciados católicos que viven con su pareja civil “no están necesariamente en un estado de pecado mortal y pueden recibir la gracia santificante”.
Otra herejía que le endilgan al Papa es que “un creyente católico puede tener pleno conocimiento de una ley divina y elegir violarla voluntariamente, sin estar en un estado de pecado mortal por ese acto”.
Las otras “correcciones materiales” son del mismo tenor. Señala que según el Papa “nuestro Señor Jesucristo quiere que la iglesia abandone su antiquísima disciplina de denegar la Eucaristía a los divorciados nuevamente casados”.
El documento ultramontano concluye que “en esta hora crítica nos volvemos a la Iglesia Romana, la cual por ley divina tiene preeminencia sobre todas las iglesias, e insistimos que Su Santidad rechace públicamente estas proposiciones”. El Papa no ha respondido.

Al Terminar su Viaje a Colombia el Papa Critica a Trump y Sufre Accidente

Educado como siempre, un estadística increíble, un diplomático educado aclaró que no estaba bien informado sobre los jóvenes migrantes protegidos por el programa DACA y que tenía que estudiarlo mejor, el Papa le sugirió al presidente, Donald Trump , «Repensar» su decisión de ponerle fin al programa que impedía la deportación de más de 800,000 jóvenes indocumentados.
«Separar a los jóvenes de la familia no es algo que da un buen fruto, ni para los jóvenes, ni para la familia. Tengo esperanza de que vuelva a repensarse», dijo. «Oí decir que el presidente de los Estados Unidos se presenta como un hombre pro-life. Si es un buen pro-life, entiende que la familia es la cuna de la vida y debe defenderse la unidad», explicó, dándoles un cachetada de guante blanco como normalmente se dice.
La sorpresa fue verle con un pómulo inflamado, un golpe muy notorio que sucedió durante su recorrido en papamóvil por Cartagena, donde sufrió un pequeño accidente cuando recorría el barrio San Francisco. El santo padre, golpeó su cara contra uno de los bordes de la cabina del papamóvil, al momento fue auxiliado por uno de los miembros de la Guardia Suiza que lo cuidan, sin pasar a mayores.